Estas publicaciones, que diferían en formato, perfil y público, contribuyeron, desde sus zonas de influencia, a inventar simbólicamente a la nación. Por ello, la alegoría se exhibe continuamente en sus páginas.
La prensa y, en particular las
revistas, cumplieron un rol protagónico en la promoción –que años más tarde se
convertiría en crítica– de la novel circunstancia político y social; se
configuraron espacios de dominio público que contribuyeron decisivamente a la
construcción de una imagen para la nación.
Desde el siglo XIX, la prensa
cubana se había erigido pilar en la definición y defensa de la identidad
nacional[1] y en el siglo XX continuó
desempeñando tal función. La periodicidad y la circulación masiva de estas
publicaciones las convirtieron en vehículos idóneos para la transmisión y
propagación de ideas capaces de articular un discurso coherente en la
concepción simbólica del estado.
Frente a los periódicos, signados
por la inmediatez y por el peso de la palabra escrita, las revistas se
destacaron por la reflexión pausada de su contenido y por la primacía de la
imagen en sus páginas; por ello, fueron espacios fundamentales de los discursos
simbólicos de la nación.
Las portadas, principalmente, se
convirtieron en zonas protagónicas de representación, pues constituían el
elemento icónico más importante de la revista y el de mayor atracción y efecto
sobre el público.
[1]Cfr. Basail Rodríguez, Alain: Imagen
y nación: narrativas de identidad en la prensa (Cuba, 1878-1895). En Díaz
Castañón, María del Pilar (compiladora): Pensar
en Cuba; Perfiles de la Nación. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
2004. pp. 77-121.
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