En
agosto de 1933, en la portada de Carteles, la República pierde su jovialidad. Tras el
derrocamiento de Machado, la nación se representa en harapos, arruinada, pero
con el puño levantado.
La fuerza del impacto visual radica en la simplicidad de
sus elementos. El fondo de la bandera, el desgarramiento de las vestiduras de
la República que renace, que cierra con fuerza su puño y lo alza, aluden a la
resurrección y a la oportunidad de reconstruir lo perdido, una vez vencido el
tirano.
Esta portada concuerda con el ánimo general de la época, puesto que se
relaciona con las portadas alegóricas de Bohemia
de este año, enfocadas también en representar el fin del Machadato y la
necesidad de un nuevo comienzo.
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